Centrado en Dios, anhelo descubrir todo lo que puedo ser y hacer.
Demuestro receptividad a cualquier oportunidad de crecer espiritualmente y servir. Mantengo mi mente abierta y mi espíritu receptivo. No me desanimo ante ningún desafío. Acojo cada oportunidad de apoyar a alguien.
Para servir a Dios y a otros con confianza y valor, abro la puerta de mi mente a la comprensión divina, la puerta de mi corazón al amor divino y la puerta de mi vida a la presencia sagrada. Permito que Dios fluya por medio de mí a medida que desempeño un papel activo en el mundo a mi alrededor. Soy un canal abierto y dispuesto de la expresión divina. Dejo ir todo pensamiento limitativo y permito que Dios obre por medio de mí.
Pero el que practica la verdad viene a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras son hechas en Dios.—Juan 3:21
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